Un escritor gallego, que allá por el año ’89 ganó el Nobel de Literatura, dijo ya con cierta edad: “Pensar en viejo me abruma y, sin embargo, pensar en joven, en sano y arrogante joven, me parece tan insípido…”
Camilo José Cela murió en 2002, acordándose seguro de sus propias palabras. Aunque no creo que se sintiese demasiado temeroso ante la muerte, porque dejó escritas realidades que si no las pensara no las diría fuera de los libros, sí que quizá durante la agonía que preludió su muerte pasó por su cabeza el volver a ser un joven sano.
Cuando leo esta frase, pasan muchas cosas por mi cabeza. ¿Por qué habría de abrumarle llegar a viejo, si ello te da más posibilidades de encontrar lo que buscas en la vida? Entiendo que puede resultar frustrante una vida en la que no se alcancen los objetivos previstos. Esos objetivos se desechan y cuando un barco no navega con rumbo fijo todos los vientos son contrarios. Entonces aparece la religión por medio prometiéndonos el paraíso, un objetivo de fe en el que debemos creer si queremos alcanzarlo, pues no somos capaces de percibirlo. Enseñado ya el plumero y tras reflexionar que los tiros no deben ir por allí, prefiero tomar otra vía de hipótesis más consonante con la intención del escritor, a pesar de que Cela era muy religioso. La verdad, creo que no le gustaría llegar a viejo porque llevaba una vida placentera. Una vida cómoda, una producción literaria y un manejo del lenguaje excelente y una familia que le quería. Claro, ¿para qué llegar a viejo si pudiese quedarse como está? Lúcido y lo suficientemente fuerte como para hacer las cosas que le gustan, con muchas experiencias vividas y otras muchas por vivir. Seguro que con la edad que tenía entonces, la vida de un hombre del África subsahariana estaría llegando a su fin. Me gustaría ir a África y preguntarle a uno de esos chavales entre 15 y 18 qué les viene a la cabeza cuando piensa en viejo. Otro de las cosas que me viene a la mente con esas tres palabras (pensar en viejo), es el hecho de pensar demasiado las cosas. Ser demasiado reflexivo e intentar abordar algo a través de todos los puntos de vista puede aturullar la cabeza a más de uno. Pensar en joven es más fácil. Recuerdas tus años mozos, cuando eras lo suficientemente ágil como para subir al manzano de tu abuelo de un brinco. Esa frescura y ese brío ya no los conservaría Cela. Recordaba seguro que fue impulsivo, directo y curioso, que toda la energía de la juventud se mostraba en lo que hacía. Sin embargo, al Nobel le resultaba insípido pensar en joven. Quizá fuera porque la juventud se cree que lo sabe todo y aún les queda mucho por aprender. El joven es arrogante, cuando algo le sale mal y se le intenta enseñar no se deja. El joven, ávido de conocimiento o no, no ha tenido tiempo de acceder a la mayor parte de los libros porque, salvo excepciones, cada etapa lleva su curso. Me parece demasiado extremo decir que pensar en joven es insípido porque, como ya he dicho, cada etapa tiene su encanto y pensar en planes que se ajusten a cada momento ya es muestra de agudeza. Es verdad que la juventud está demasiado expuesta a los medios, están sobreinformados de manera tendenciosa. Debería primar más la observación y la vivencia, no todo debe ser conocimiento, pues la experiencia es la base de mi amado método científico.
¿Pensar en joven o en viejo? Creo que para un periodista, de manera especial, es fundamental buscar el equilibrio entre ambas. La reflexión nos acerca más a la verdad, pero sin el ímpetu, la curiosidad y la vitalidad que abran las puertas, no seremos capaces de conseguir terminar el puzzle, no sólo de nuestro trabajo sino también de nuestra vida.
ENTREVISTA A CELA
http://es.youtube.com/watch?v=PqGk0WnqOh0